Una dimensión estable, sólida, materializada. Una plataforma donde apoyarte y descansar.
Una construcción real y propia, por más desprecio que le tengas, eso es tu propia vida real.

Por la propia naturaleza y función humana de antena terrestre, es que tenemos esta capacidad de proyectar a futuro, de idear, de imaginar, de fantasear, de contemplar dimensiones que no existen físicamente.

Esta función, que recién comenzamos a descubrir e investigar, nos plantea el desafío de convivir con ella en nuestro día a día. Convivir con la capacidad de captar señales en forma de pensamientos, señales que son interpretadas por nosotros mismos y que gatillan secuencias mentales internas.

Muchas veces esas secuencias mentales nos disocian de la otra parte que nos constituye, la analógica, la real.

Es verdad que la instancia de abstracción es la que da origen a las dimensiones concretas. Pero, es verdad también, que la escalabilidad de esta tecnología que es la existencia depende de poder definir una versión final en donde apoyar la siguiente.

Y esa versión final del prototipo es, ni más ni menos, que tu actual vida real tal y como la tienes. Con lo que puedes y no puedes hacer, con lo cómodo y lo incomodo, con lo despreciable y lo apreciable, con todo, absolutamente todo lo que incluye tu vida.

Entonces, procura encontrar el valor en lo que ya tienes en tus manos. No te pongas como una tarea mental el “valorarte”, más bien ponte la finalidad de observar cada momento de tus días para descubrir naturalmente el valor que subyace allí a tu propia vista.

Lo que has logrado construir hoy, sea lo que sea y sea como sea, es el máximo logro de la especie a la que perteneces expresándose a través tuyo. Es el máximo logro de un planeta y un sistema planetario en constante crecimiento y experimentación de sí mismo.

Cabe la aclaración que, si estás leyendo esto en términos “económicos sociales”, pues no estarás comprendiendo a lo que realmente estoy haciendo referencia.

Cada huida de ti mismo, cada escape para protegerte, cada momento en el que desprecias lo que alcanzas, cada vez que decides dejarte de lado, cada una de esas veces tu propia vida te ha dado el lugar para que puedas hacerlo.

Porque claro, tu propia vida no es de tu propiedad, le pertenece a este maravilloso planeta Tierra, el verdadero legítimo capaz de darte espacio y tiempo para que formes parte de su expresión.

Entonces, amada antena terrestre, no tengas miedo de perderte, no tengas miedo de negarte, no tengas miedo de fallarte a ti misma. Porque cuando hayas frenado un segundo para contemplarte te darás cuenta; y allí estará tu más sencilla plataforma en donde podrás descansar: tu vida común.